miércoles, 13 de octubre de 2010

Vamos conjurando una esperanza activa y no paciente


Después de un fin de semana abrigado en sudor, extenuada por una forma particular de hacer las cosas… a todo o nada, me encuentro feliz de haber tenido el privilegio de participar de este maravilloso encuentro latinoamericano. En este espacio, me encontré con gente de mi historia personal y de militancia que jamás hubiera imaginado encontrar. Perdón por mi falta de espiritualidad cristiana, pero pareciera que los planetas estuvieran alineándose para gestar nuevos tiempos, los quechua –aimara hablan del pachacuti. Parece estar envolviéndonos un movimiento cósmico que nos va juntando como el viento al polvo en los rincones, y nos va conjurando a una nueva esperanza activa y no paciente.

La cantidad de colores, de matices, de sonidos, de perfumes que poblaron el espacio enriqueció de tal manera todo, que no quedan más palabras que GRACIAS, y me sumo entonces a Alba y Mariela.

Confieso que esos espacios de discusión grupal, los almuerzos con charlas informales, la peña, el bailongo son los que me estimularon todo el tiempo a llegar a una situación de efervescencia tal que el cuello (ortopédico) me fue soltando para volver al mío el de carne y hueso.

Creo que ese fue el sentimiento en general por lo que estuve percibiendo, pero capaz que se pueda intentar hacer una evaluación (como las de la especialización), una encuesta escrita, para que todos expresen una devolución de lo vivido en estos días y luego analizar esos resultados para sumar a lo trabajado y realizar una apuesta o propuesta concreta de cómo continuar.

Como Alba, la especialización me cambió, me abrió una puerta o una ventana, que me posibilitó mirar mi práctica no aislada sino en un marco más grande, con otra perspectiva y con otra dimensión, sin embargo, como ella se está desmoronando o… se desmoronó, ese salto de conciencia, no me permite dar un paso atrás y el cuello se me hernió.

La escuela siempre tuvo su impronta carcelaria, y nuestro trabajo fue el de romper esas rejas simbólicas que nos encerraban, pero una situación interna (renunció la directora) y una más de contexto (25% más de pibes en la escuela pero no 25% de aulas o escuelas o docentes o auxiliares, un 25 % más de espacios de discusión para ver cómo tenemos que modificar nuestras prácticas, para que la política no sea de inclusión a esta escuela abandonada y de mierda, sino una política de transformación del sistema educativo), hicieron que estos pibes vivan con mucho rigor lo que dicen con todo el cuerpo: “yo vengo porque mi vieja/o me manda, pero no quiero venir”, generando una violencia inédita dentro de los mismos salones.

Por lo tanto, como siempre, sigo buscando esos espacios en donde la regla no esté antes que el sentimiento, ni la rigidez de las rectas predomine sobre la flexibilidad de las curvas, espacios en donde pueda fluir, en donde sentirme parte para expresar mi arte.

Por eso, gracias por cobijarme, gracias por la confianza y gracias por la responsabilidad encomendada.


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Sandra.

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